lunes, mayo 28
TUSSAM
Esta es la historia de un diente: Repugnante, vomitivo.
Panteón solitario que se yergue enhiesto entre yermas dunas gingivales. Un superviviente de la tiranía de las encías sangrantes, el sarro, la halitosis y la más pura repugnancia. El único testigo de la huida cobarde del cepillo de dientes y el enjuague bucal.
Con el tamaño aproximado de tres dientes sanos y normales, su dueña lo exhibe exultante y sonriente, en una mueca que le hace parecer ser una criatura de poco más de un año.
Pero es sólo un diente lo que tiene. Sin duda un valiente, un masoquista, un temerario.
Quizás el diente no aprecie su vida.
O quizás aprecie a su dueña lo suficiente como para exponerse a una eternidad de corrosión en su esmalte, de soledad y humillación, con tal de que la mujer que lo porta pueda sonreír orgullosa debido a que, si bien su buena presencia la abandonó tiempo atrás, junto con el resto de su dentadura, el hecho de que yo en este momento contemple asqueado su boca significa que, a pesar de su enorme y repulsivo diente solitario, la mujer tiene motivos por los que sonreír.
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gota a gota se enrasa el matraz